domingo, 2 de marzo de 2014

“…Y si ¿érase una vez un mundo sin estrellas?”


Con esta frase da comienzo “Cuento de invierno”, una película dirigida por el mundialmente conocido Akiva Goldsman, quien, a través del film que hoy os presento ha tenido la oportunidad de dar el gran salto de ser un simple y reconocido guionista a un director cinematográfico. 

La película, basada en la novela de Mark Helprin, nos transporta al Nueva York de 1890, en donde una familia con tuberculosis pulmonar se ve obligada a regresar a su país de origen teniendo que abandonar a su hijo a merced de la suerte en la bahía de Nueva York.
Años más tarde, el protagonista de nuestra historia deja de ser un inocente bebé para convertirse en un reconocido y temido ladrón, quien fortuitamente termina asaltando la casa equivocada cambiando radicalmente su visión del mundo.

 - “¿Qué haces aquí y por qué llevas un arma?”, le pregunta la mujer mientras deja de tocar el piano.

- “He venido a robar, o al menos esa era mi intención…”, responde tímidamente nuestro protagonista.

-“Y… ¿sigue siendo esa tu intención?, pregunta apaciguadamente la mujer.

-“No…ya no”

-“Pues entonces déjeme que al menos le invite a una taza de té”


A partir de este momento y tras 20 minutos de película comienza nuestra bonita (y trágica) historia de amor, donde nuestros protagonistas debido a las circunstancias (que no desvelaré en este artículo) comienzan a conocerse y a enamorarse mutuamente hasta que la enferma y joven Beverly nos abandona… ¿para siempre?

Amor, conflictos, esperanza y milagros son los ingredientes principales de nuestro film que mezclados con un poco de lentitud y con casi 120 minutos de duración nos da como resultado “Cuento de decepción”, porque esa es la realidad, damas y caballeros: Las expectativas que uno tiene cuando va al cine a ver esta película tras haber visionado el trailer previamente son bastante altas, sin embargo a medida que los minutos van pasando lenta y dolorosamente por la sala del cine te das cuenta que dentro de ese precioso y delicado envoltorio se esconde una diminuta pepita de chocolate marca Día.

En definitiva, una película que “intento serlo y se quedó en el intento”, y que cuya valoración no supera el aprobado.

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